Hace tiempo, comentando a Maquiavelo escribía esto:
Todo Príncipe, o digamos dirigente político que quiera modificar una ley, es probable que fracase en dicho propósito si no logra que aquellos beneficiarios con el nuevo estatuto, apoyen abiertamente con un compromiso concreto. Cuando un dirigente político quiere cambiar una ley, debe convencer a aquellos grupos beneficiados, en cambio, aquellos perjudicados se aferrarán duramente al viejo estatus quo. Pero el apoyo no se consigue con discursos o las bellas palabras (eso está lejos de la política), la palabra se debe imponer, y también debe haber un beneficio palpable por la experiencia sólida. Y acá la pelota es la que hizo parir la historia; la redonda, tan bien acariciada por algunos y tan bastardeada por otros. Quizá el negocio más rentable en capital económico y simbólico, haya sido la variable externa, para que la “virtud” política tenga su posibilidad. Tener de aliado al fútbol no era cosa desestimable, por eso era difícil encarar una discusión con semejantes bichos enfrente. Pero la soberbia, la impunidad de la palabra publicada, la torpeza de los que se aferran al pasado, fueron las condiciones que posibilitaron la situación. Hoy el gobierno utiliza el horario entre los partidos para publicar la propaganda oficial sobre la nueva ley de medios, y cabe recordar que los partidos gozan de buen ranting. El discurso llega con otro margen, con fuerza concreta (¿idea maquiavélica?) a diferencia de la palabra correctamente política pero sin practicidad. Y acá es donde entra la doble naturaleza del centauro (El Príncipe, XVIII), o en este caso, la centauride. Como sostiene Maquiavelo, un Príncipe debe tener esta doble cualidad, como enseñaban los viejos poetas. La doble naturaleza del centauro, mitad hombre o mujer, mitad animal. La parte humana servirá para manejarse racionalmente a través del calculo, el discurso y la palabra, y la parte animal servirá para imponer por la fuerza ese discurso, cualquiera de estas dos cualidades separadas son impotentes. Es la ley y la fuerza unidas, y el consenso es la guerra continuada por otros potreros.
Perdón por el autobombo, pero esto que escribí hace tiempo, hoy Beatriz lo sistematiza en un articulo, que verdaderamente, piensa al kirchnerismo y el nuevo kulturkampf.
Todo Príncipe, o digamos dirigente político que quiera modificar una ley, es probable que fracase en dicho propósito si no logra que aquellos beneficiarios con el nuevo estatuto, apoyen abiertamente con un compromiso concreto. Cuando un dirigente político quiere cambiar una ley, debe convencer a aquellos grupos beneficiados, en cambio, aquellos perjudicados se aferrarán duramente al viejo estatus quo. Pero el apoyo no se consigue con discursos o las bellas palabras (eso está lejos de la política), la palabra se debe imponer, y también debe haber un beneficio palpable por la experiencia sólida. Y acá la pelota es la que hizo parir la historia; la redonda, tan bien acariciada por algunos y tan bastardeada por otros. Quizá el negocio más rentable en capital económico y simbólico, haya sido la variable externa, para que la “virtud” política tenga su posibilidad. Tener de aliado al fútbol no era cosa desestimable, por eso era difícil encarar una discusión con semejantes bichos enfrente. Pero la soberbia, la impunidad de la palabra publicada, la torpeza de los que se aferran al pasado, fueron las condiciones que posibilitaron la situación. Hoy el gobierno utiliza el horario entre los partidos para publicar la propaganda oficial sobre la nueva ley de medios, y cabe recordar que los partidos gozan de buen ranting. El discurso llega con otro margen, con fuerza concreta (¿idea maquiavélica?) a diferencia de la palabra correctamente política pero sin practicidad. Y acá es donde entra la doble naturaleza del centauro (El Príncipe, XVIII), o en este caso, la centauride. Como sostiene Maquiavelo, un Príncipe debe tener esta doble cualidad, como enseñaban los viejos poetas. La doble naturaleza del centauro, mitad hombre o mujer, mitad animal. La parte humana servirá para manejarse racionalmente a través del calculo, el discurso y la palabra, y la parte animal servirá para imponer por la fuerza ese discurso, cualquiera de estas dos cualidades separadas son impotentes. Es la ley y la fuerza unidas, y el consenso es la guerra continuada por otros potreros.
Perdón por el autobombo, pero esto que escribí hace tiempo, hoy Beatriz lo sistematiza en un articulo, que verdaderamente, piensa al kirchnerismo y el nuevo kulturkampf.
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