miércoles, 3 de julio de 2013

Europa y la crisis de acumulación egoísta


Imagen: Francisco de GoyaSaturno devorando a su hijo (1819-1823)


Europa y la crisis de acumulación egoísta


¿Qué era lo que esperábais ver al retirar
la mordaza que cerraba esas bocas negras?
¿Que entonaran vuestras alabanzas?

Jean-Paul Sartre, Orfeo Negro

 Introducción


     Europa vive una crisis estructural de acumulación egoísta. Europa vive del monopolio de la razón, del desencanto y del sinsentido. Aunque, en esta oportunidad , Europa no tiene donde exprimir materia prima para satisfacer sus demandas de grandeza.
     Europa cae del logos, de la pura abstracción y se encuentra arrojada en el mundo concreto, y sin embargo, parece sostenida por la mera idea. Las luces parecen encandilar a los iluminados. Europa cae desde las alturas como un castillo de naipes. Y no es un metafísico como Descartes -que derriba las estructuras de pensamiento-, sino el producto de esa metafísica que se volvió in-sustentable en la larga noche ego-universal.
     Pero Europa puede ser superada por su propia negación. ¿Puede caer Europa sobre sí misma como el retrato de Doran Grey, frente al pasado grandioso, jovial y hermoso, mientras una forma de vida parece extinguirse? Europa puede mirarse en su historia para reconocerse en el marco de una autoconciencia en general, y recuperar su historia en particular. Europa ya no es Europa en general. Europa ha dejado de ser universal.
     En otro tiempo, en un pasado grandioso, el universal se imponía a fuerza de ciencia, torturas y desnutrición. En la actualizad, parece incierta la capacidad coercitiva de ésas entidades metafísicas. Europa es concreta, mísera, y es interpelado desde la mirada del otro pos-colonial como objeto de conocimiento. Pero Europa parece encandilada frente al reflejo de narciso. Su propia dialéctica la llevó a la dependencia estructural de su propia abstracción. Europa mira como universal, mientras su situación concreta, real, es particular.

 

La política y lo político


     Europa se debate en una crisis política inédita en el marco internacional. Quizá, comparable a la caída del imperio Romano. La sentencia de Oscar Wilde fue elocuente: “El individualismo será el nuevo Helenismo[1]. El triunfo del liberalismo ¾tanto desde el plano institucional, como cultural¾, se llevó puesto las identidades culturales. Europa, caída al barro, estructuralmente es incapaz de decidir. Encerrada en si misma, por primera vez en siglos, Europa no marca el camino a la salida de la caverna. ¾¿No ha notado Europa que hay otras Europas dentro de Europa?¾. Lejos quedó aquel tiempo donde el camino parecía iluminado por esas bocas rubias. La estructura universalista, despolitizada, impide ver la estrategia general a la salida de la crisis. Ésta mirada le impide a Europa ver lo sustancial de lo político: la ceguera sólo reconoce diálogo y consenso.[2] En esta mirada, no hay enemigos, sino amigos del logos. Error conceptual de dependencia frente a la realidad. Europa parece presa de la universalidad pírrica.
     Pero Europa puede ver en su historia, en sus pensadores, a los referentes de su propia estructura conceptual. Europa tiene que pisar tierra, mojarse y embarrarse para entender que en la sociedad, el conflicto es parte del movimiento de esa realidad negada por la idea. Negar el conflicto, no solo es despolitizar, sino radicalizar el universal a fuerza de imposición. Lo que no reconoce la política, lo político lo desborda. Georg W.  F. Hegel entendió esta dinámica como ninguno conjuntamente con otro olvidado, Carl Schmitt. Dos pensadores olvidados, en la larga noche ego-universal. Olvidados por el monopolio del diálogo y el consenso y negados por la crisis de acumulación egoísta. Es decir, a fuerza de imposición del universal.

Hegel y Schmitt

     Europa tuvo una etapa de abstracción pura. Hegel fue su máximo crítico, pero a la vez fue su máximo superador. Hegel, al intentar mediar entre el pasado y el presente, quizá sea, el filósofo en el cual, Europa debe mirarse frente al espejo.
     Otro pensador que bajó a Europa al barro de lo político fue Carl Schmitt. La biografía de jurista católico quizá no sea la mejor desde el punto de vista moral. Pero, como es sabido, este texto no pertenece al Tedeum del domingo (no estamos para construir la Ciudad de Dios, sino para hacer de la Ciudad de Babilonia un lugar políticamente más estable). Es por eso que desde el plano real de lo político, la figura de Carl Schmitt, sea la más relevante en la critica del individualismo liberal. En el plano de la teoría política, la distinción específica de lo político, quizá sea su máximo aporte a la critica del pensamiento abstracto de corte liberal. Carl Scmitt puede dar el aporte concreto a la salida de la caverna iluminada. Desde él se puede sostener una estructura de pensamiento crítico de la acumulación egoísta sustentada por el individualismo universalizante. La abstracción debe servir como herramienta para el análisis, y no como forma de vida política.
     Ambos pensadores, olvidados por la teoría política europea ¾y retomado por el pensamiento académico latinoamericano¾, finalmente, podrán ser el soporte teórico para una relectura critica del pensamiento liberal; pensamiento abstracto que en la actualidad, tiene a Europa en una crisis de acumulación egoísta. 
     Entendemos por la política al pensamiento concreto de la teoría del Estado en Hegel, y entendemos por lo político al pensamiento de excepción de Carl Schmitt.

Veinte años de acumulación egoísta

     La caída del muro de Berlín, significó en el plano internacional, el triunfo del modelo de economía liberal. Eran tiempos de estructuración del viejo Estado y de la nueva economía. Muchos pensaron, que derribado el último gran antagonismo, llegaría la concordia, la paz y el consenso universal. El mito fue hermoso. El problema es que los dueños de las palabras terminaron creyendo su propia invención.
     El mito, la leyenda de un mundo sin conflictos partisanos, sin antagonismos políticos comenzó con el célebre texto de Kant sobre la paz perpetua.

Buscad ante todo acercaros al ideal de la razón práctica y a su justicia; el fin que os proponéis –la paz perpetua– se os dará por añadidura.

     El optimismo metafísico tuvo sus desajustes. El hambre, la miseria, el desencanto, y el optimismo a la salida de la segunda Guerra Mundial. La caída de los regímenes totalitarios dieron a Europa una salida política a la cuestión histórica. El enemigo absoluto, era combatido sin prejuicios en nombre la Humanidad.
     Es así que Europa desgarró su pensamiento de su realidad. De enemigo real (el totalitarismo singular), Europa pasó a depender de un amigo irreal, “el individuo”.  Mientras el iluminismo francés torturaba en Argelia, y Alemania ocultaba sus millares de desaparecidos, Europa (y occidente) celebraban el triunfo de la razón y el individuo frente a las identidades culturales. Eran tiempos de celebración de la promesa liberal. Algunos teóricos creyeron ver el progreso en esta abstracción. No fue así, solo marginaron las tradiciones y las identidades populares.
     Como crítica a esta coyuntura, Carl Schmitt escribió el más hermoso de sus textos explicando el ultimo elemento telúrico de Europa: Teoría del partisano. Allí Schmitt relata el surgimiento de la guerrilla de corte telúrica. El soldado irregular, el partisano es un guerrillero sujeto a su propia historia. El partisano es un soldado irregular en estado de excepción que se levanta en defensa de su suelo patrio.
     El partisano fue el ultimo antagonista de la Europa moderna. Pero derribado el muro de Berlin, parece no haber lugar para el antagonismo ni para la estructuración de lo político.
En otro glorioso título, Carl Schmitt imaginó una historia sin enemigos:

Si esta unidad quisiera ir más allá y construir incluso otra unidad cultural, filosófica o "superior" desde el punto de vista que fuere —aunque la misma, simultáneamente, tendría por fuerza que ser apolítica— se constituiría en una corporación de producción y consumo, buscadora del punto de equilibrio entre las polaridades de ética y economía. No conocería ni Estado, ni Nación, ni Imperio; ni república ni monarquía, ni aristocracia ni democracia, ni protección ni obediencia. Habría perdido absolutamente todo carácter político. (Carl Schmitt, El concepto de lo político, 1933)

El temor de Carl Schmitt es el mismo que temor de Weber y Heidegger.

¿ Sin embargo surge la pregunta acerca de en qué personas recaería el terrible poder relacionado con una centralización económica y técnica a escala planetaria.? (Carl Schmitt, El concepto de lo político, 1933)

     Aquel hombre que Carl Schmitt imaginaba es el hombre individuo despolitizado de la actualidad. El indignado.
     Desde la perspectiva de Carl Schmitt, el mundo es un pluriverso político en donde distintos Estados se agrupan entre amigos y enemigos. Asia, Rusia, China, América del Sur, África, etc. Quizás, el único alemán que entendió esta dinámica de lo político fuera el mismo jurista maldecido.

La humanidad como tal no puede librar una guerra desde el momento en que no tiene enemigos, al menos no sobre este planeta. El concepto de la humanidad excluye al concepto de enemigo porque el enemigo, no por ser enemigo deja de ser humano y con ello no existe una diferenciación específica. (Carl Schmitt, El concepto de lo político, 1933)

     La humanidad solo tiene sentido excluyendo, es decir, des-humanizando. ¾¡Lección magistral de filosofía política de Carl Schmitt!¾  La exclusión radicaliza el antagónico. Dentro del liberalismo totalizante, lo político termina desbordando el marco del juego institucional. Un nuevo fantasma recorre sobre Europa. 
     El otro pensador que Europa puede tomar para reestructurar lo otro de lo político es Hegel. El Alemán pensó la teoría política como la ciencia del Estado en la forma de realización concreta de la idea. Hegel, ¾crítico dictadura del Terror de Robespierre¾, entendió la política como la correcta mediación entre universal y particular.
     En el tiempo que Hegel desarrolla su filosofía, Europa vive una época de convulsión. El romanticismo político está a flor de piel. Los pueblos comienzan a identificarse en una identidad nacional. La reivindicaciones históricas son expuestas en panfletos y discursos de barricada. En especial, en Alemania, el conservadurismo era muy fuerte. Los Junkers (grandes familias de la Nobleza, propietarias de tierras) tenían gran poder, tanto económico como político. Si bien, para principios de siglo (1800), Alemania era un Imperio decadente, para 1820, Alemania -aunque no era un país de avanzada-, pero si comenzaba a vislumbrarse el sistema económico que Hegel denominó sistema de necesidades. Es decir, en el marco de una economía rural, comenzaba destacarse en las ciudades la pequeña industria comercial.
     Hegel, gran conocedor de la política europea (para 1820, Hegel ya disponía de los trabajos de David Ricardo) notó este cambio. Es así que su filosofía política respondería a esa nueva coyuntura histórica. El Estado, el universal concreto en el plano del espíritu objetivo (libertad real), asumía la misión histórica de mediar entre una forma de vida envejecida y una forma de vida que comenzaba a aparecer: surgía el antagonismo entre tradición y el progreso.
     El análisis de Hegel es anticipatorio para su coyuntura como filósofo alemán, pero tardío como filosofo europeo. En Inglaterra y Francia, el sistema de necesidades comenzaba a mostrar su negatividad, la sociedad comenzaba a conocer un nuevo -¿sujeto?- social: el miserable. Como modo de producción moderna, en el sistema de necesidades no hay lugar para todos. La división del trabajo, conjuntamente con su producto, el “pobre” de las grandes ciudades, eran el caldo de cultivo para la destrucción misma del Estado. La falta de sustentabilidad económica en gran parte de la sociedad generaría el movimiento pendular destructivo, que en tiempos de Hegel, comenzaba a vislumbrarse. El primer gran teórico del Péndulo fue el maestro de Marx.
     Es así, que Hegel vio la solución al problema político por excelencia, la mediación entre tradición y progreso. El gran problema a solucionar, la pobreza estructural del sistema capitalista. La solución de Hegel es la misma que hoy, en la actualidad, escoge gran parte del tercer mundo.
     Hegel entendió que la política es mediación. Esto se logra con las constitución de un Estado con la capacidad concreta de mediar entre un mundo que envejece y otro que florece. La Filosofía del Derecho es la obra de esta teoría política. Revolución y Restauración ya habían antagonizado en la Europa pos napoleónica. Hegel entendió que el Estado es el único que puede mediar entre La Familia (las identidades populares, las tradiciones sujetas al suelo patrio) y la Sociedad civil (el mundo de la economía de mercado y del individuo enajenado). El texto de referencia de Hegel es célebre:

“Cuando la sociedad civil funciona sin trabas, se produce dentro de ella el progreso de la población y de la industria. Con la universalización de la conexión entre los hombres, a causa de sus necesidades y del modo en que se preparan y producen los medios para satisfacerlas, se acrecienta la acumulación de riquezas, pues de esta doble universalidad se extrae máxima ganancia. Pero, por otro lado, tiene como consecuencia la singularizacion y limitación del trabajo particular, con ello la dependencia y miseria de la clase ligada a ese trabajo, lo que provoca su incapacidad de sentir y gozar las restantes posibilidades, especialmente los beneficios espirituales que ofrece la sociedad civil.” (Hegel, 2004: 218, § 243)

Aquí Hegel está pensando en la Revolución Industrial y en la expulsión del campesinado  a la ciudad. Pero una lectura mas atenta de la teoría del Estado en Hegel nos lleva a postular un elemento singular en la obra. Esta lectura atenta la hizo Eric Weil en su célebre obra.

“En el Estado, había dicho Hegel ningún momento debe mostrarse como multitud desorganizada. Hay que subrayar este debe.” (Weil, 1999: 164)

     Un deber ser del Estado.[3] Aquí es donde conectamos la política y lo político. La política, la construcción de un Estado con la capacidad de imponer una orientación. Lo político, la forma en construir relaciones de poder por el cual, las identidades políticas mantienen en tensión el movimiento que lo hace posible dentro de un marco institucional formal.

La (des)ilusión de un porvenir

     Europa se enamoró de su propia universalidad. La Humanidad, representada por la razón y la cultura europea, en el plano de un mundo pluri-versal queda estéril frente a la realidad. Es el problema de pensarse así si mismo como idéntico a si. Es así que en los últimos 20 años de despolitización, irrumpe el antagonismo más radicalizado. Es aquello que Hegel denominó la plebe, hoy toma nombre de indignado. En un mundo, en una cosmovisión sin realización concreta, canalizable a través de los mecanismos institucionales del sistema legal, la salida siempre es disruptiva. El indignado europeo es un individuo no reconocido por el Estado como diferente.
     Hegel vio esta problemática en 1820. Carl Schmitt imaginó un mundo sin conflictos cien años después. Hegel pensó la política y Schmitt lo político. El primero parece ser el Hegel que olvidaron en Europa, pero que fue rescatado en gran parte de Latinoamérica. El segundo también fue retomado por esas bocas negras. Porque la reestructuración del Estado requiere la mirada y la diferenciación entre amigos y enemigos.
Tomar lo político para retomar la política. La lucha política es un ejercicio espartano. Europa parece olvidar el ejercicio de la excepción. Hay otro olvido del ser.
¾ Me olvidada¾ ¡Es el Nuevo Helenismo, estúpido!

 (Ensayo ganador del Concurso 20 años UNSAM, Escuela de Humanidades)


Bibliografía


Hegel Georg W. F (2007), Fenomenologia del espíritu. Fondo de Cultura Económica, Argentina
Hegel Georg W. F (2004), Principios de la filosofía del derecho. Sudamericana, Buenos Aires.
Kant, Inmanuel, (1795 ), Sobre la paz perpetua. (disponible en: http://www.cervantesvirtual.com/obra/la-paz-perpetua--0/
Schmitt, Carl. (1932) El concepto de lo político, (disponible en http://www.laeditorialvirtual.com.ar/pages/CarlSchmitt/CarlSchmitt_ElConceptoDeLoPolitico.htm )
Schmitt, Carl, (1963), Teoría del Guerrillero, (disponible en: http://www.laeditorialvirtual.com.ar/Pages/CarlSchmitt/CarlSchmitt_TeoriaDelPartisano.htm
Weil, Eric (1999), Hegel y el Estado. Cinco conferencias y un apéndice, Ediciones elaleph.




[1] Oscar Wilde, El alma del hombre bajo el socialismo, 1891
[2] Imagina usted lector, el acuerdo posible, racional entre un amo y un esclavo (pongamos, Alemania y Grecia). El amo decide nombrar las palabras, mientras el esclavo las reproduce. En esta dialéctica, “rescate” significa “ajuste”. Muy bueno dialogar con lenguaje discrecional a cargo de los amos.
[3] Un deber ser en sentido no kantiano, sino e sentido Maquiavélico. Deber ser como Razón de Estado