“en cambio, cuando veo que, ya adulto,
sigue todavía dedicado a la filosofía
y que no se ha alejado de ella,
me parece, Sócrates, que a ese hombre
le hace falta ya unos cuantos azotes.”
Calicles a Sócrates en Gorgias, 485d
sigue todavía dedicado a la filosofía
y que no se ha alejado de ella,
me parece, Sócrates, que a ese hombre
le hace falta ya unos cuantos azotes.”
Calicles a Sócrates en Gorgias, 485d
El Flaco, Diálogos irreverentes con Néstor Kirchner es un diálogo más en una larga tradición de obras de teoría y filosofía política. Quizás la política sea mejor expuesta en este tipo de relatos. Es conocida la historia de la filosofía la influencia de Platón. Este filósofo pone frente a Sócrates a temibles pensadores de la época clásica, personajes como Critias, Trasímaco, Calicles etc. No es casual que en un clima de efervescencia política el diálogo tome su significado.
El Flaco podría entrar tranquilamente junto los grandes diálogos de la historia, quizá junto a Gorgias de Platón, De la Republica de Cicerón, Arte de la guerra de Maquiavelo, Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu de Maurice Joly y Las manos sucias de Sartre. Éste ultimo, si bien no es un diálogo en si, sino una obra de teatro, el diálogo entre Hugo Barine y Hoederer representa muy bien la dualidad de aquello que Kant denominó “imperativo categórico” e “imperativo hipotético”. En el fondo es lo que llamo: la dictadura de los medios o la dictadura de los fines. Como veremos, la cuestión no es así, es un poco más complicada.
La obra está muy bien escrita. Siempre en oratoria política, el discurso lacónico garpa mas que el discurso emperifollado, adornado de elementos barrocos. Por eso Rousseau es superior a Montesquieu –no solo desde la argumentación, sino también desde la estructura estilística. No es lo mismo decir: “Recordad que las murallas de las ciudades no se forman sino con la ruinas de las casas del campo” (Contrato Social, III, XIII.) que decir: “No puede cabernos en la cabeza que siendo Dios un ser infinitamente sabio, haya dado un alma, y sobretodo un alma buena, a un cuerpo totalmente blanco.” (El espíritu de las leyes, libro XV, capitulo V). El primero apela a la oratoria política para denunciar la desigualdad; el otro, para justificarla. Decididamente Rousseau es superior a Montesquieu. En esto Feinmann recorre los caminos errantes del loco Ginebrino, a diferencia del déspota de la blancura.
El dialogo comienza con imponente título en el primer capitulo: “Yo no le voy a pegar a nadie”. El titulo es fuerte. Lo dije, Feinmann tiene elementos lacónicos en su escritura. Quizá sea el reflejo de la personalidad política de su interlocutor. Sea así o no, el titulo sintetiza la personalidad política de Kirchner. “Yo no le voy a pegar a nadie”. El “yo” por delante. La autoridad por delante. “Yo no le voy a pegar a nadie”. Este “yo” que es como Luís XIV, el Yo-Estado, el Yo-Príncipe, el Yo-Presidente, tiene toda la autoridad del 20% de los votos, este pingüino “dicta” una máxima política. El fundamento de mi política será no pegarle a nadie. Hay autoridad es esta figura, DESCONOCIDA en nuestra historia política. Kirchner tiene ese elemento jacobino elemental del príncipe moderno que reclamaba Gramsci. La voluntad política atada a una máxima moral. El capitulo relata el primer encuentro con el flaco. Feinmann –como la mayoría de los argentinos-, conoció primero a Cristina. Fue en la presentación del libro de Miguel Bonasso, Diario de un clandestino. Cristina fue brillante, Feinmann fue vehemente y Bonasso, simplemente fue…
Pero de todos los capítulos del libro, seguramente el capitulo donde se habla del poder y del peronismo (que son sinónimos en nuestra argentina) sea el mas elocuente desde el plano de la filosofía política. Aquí el político se convierte en filósofo e interroga al filósofo sin experiencia política:
Kirchner. – Decime, ¿qué pensás del poder? ¿Quién lo tiene? ¿Nosotros?
Feinmann. –No.
Kirchner. –De acuerdo: nosotros tenemos que pelearle el poder al poder. Sacárselo en la medida en que podamos. Pero no va a ser fácil. Ahora la derecha está tranquila. Se asustó con el “Que se vayan todos” y los despelotes del 2001 y el 2002. Pero no saben retroceder. Ya me dieron un pliego de condiciones.
Kirchner se refiere a la nota de Escribano en donde se le “aconseja” un rumbo económico y se lo condiciona con determinas “consecuencias”. Kirchner es simple. ¿Quien tiene en poder en un país donde el presidente es condicionado desde una corporación? Evidentemente el Presidente no es el que tiene el poder. La discusión sigue y entra el tema del peronismo:
Kirchner –¿Cuántos poderes hay en la Argentina? –pregunta.
Feinmann –En cualquier lugar del mundo hay muchos poderes.
Kirchner –No, no, esas boludeces ya las conozco. La multiplicidad de poderes. Todo se multiplicó en los últimos años. Sin embargo, la globalización es una. Que no jodan. Es una. Son ellos los que nos globalizan. Nosotros, de boludos, nos dejamos globalizar.
Feinmann –Hay dos poderes en la Argentina. Los dos que Menem armonizó: el establishment y el peronismo. Menem sometió el peronismo al establishment.
Kirchner –Entones no los armonizó.
Feinmann –Fue una armonía, pero desigual. Menem convenció al peronismo de que el gran negocio, en los noventa, con la URSS hecha pelota, era seguir al establishment, al neoliberalismo. Nadie dijo que no. Total, todo se había ido a la mierda. Era la hora de ser socios de los triunfadores, de ser parte de la gran cosecha, de afanarse el país con ellos. Esos dos poderes siguen siendo los de hoy.
Kirchner –¿Y vos proponés que yo me abra de los dos?
Feinmann –No, que crees uno nuevo.
Kirchner –¿Y mientras tanto en qué me apoyo?
Este pequeño dialogo muestra la esencia de la construcción política. La política consiste en la búsqueda, mantenimiento y creación de poder. Esto en el Príncipe de Maquiavelo es claro. Pero donde el poder no está es necesario apoyarse en algo mientras se construye poder. Si un nuevo capitán recibe un barco averiado en ultramar, no dice “¡destruyámoslo y creemos otro barco!”. El barco debe ser reconstruido en el andar. Lo que no acepta Feinmann el poder que da el aparato Justicialista. En un pesimismo antropológico, Feinmann dice: “Suponete que mañana le afanas a Duhalde todo el aparato. ¿Triunfaste? ¡No! Pediste. Perdiste tu identidad. Ahora sos Duhalde.”
Feinmann no cree en el poder de los hombres. No cree en la posibilidad de la voluntad humana de cambiar la realidad. En realidad, Feinmann cae en lo que critica a las izquierdas vulgares. La estructura determina a los hombres. El sartreano que entiende que "lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros", no cree que un hombre que intenta maniobrar en estructuras burocráticas no pueda dejar de convertirse en Duhalde. Feinmann es un pesimista con grandes ideales e reforma.
¿Quizás en el fondo Feinmann ponga en boca de Kirchner ideas que surgieron en el clamos del devenir político, posterior a la muerte de Néstor Kirchner? La obra termina con un sugestivo mail de Kirchner:
Mail del Presidente (…)
José Pablo, yo no soy Mandrake el mago. Soy apenas un ser humano que asumió la Presidencia de la Nación con el menor porcentaje de votos de la historia argentina, 22 por ciento, y en el momento más difícil de nuestra historia reciente.
Acierto y me equivoco como cualquier ser humano. Vos sos una buena persona. No te voy a quitar méritos. A veces sos un intelectual brillante y otras veces opaco. Pero no olvides que también fuiste un militante político y como tal merecés un análisis más profundo y piadoso, pero siempre con los pies en la tierra.
Ser un intelectual no significa mostrarse diferente, tal como ser valiente no implica mirar a los demás desde la cima de la montaña.
Mi compromiso es el de siempre: gobernar, trabajar y administrar. Creo firmemente en mis convicciones y trato de llevarlas adelante con todas mis fuerzas, en el marco de la realidad que nos toca vivir. Los problemas de los argentinos no se resuelven a vendavales, sino gestionando todos los días.
Por eso creo que vos y yo no pensamos tan diferente, sino que tenés miedo. Miedo de que te confundan, porque creés que la individualidad te va a preservar. Pero no te olvides que pertenecemos a una generación que siempre creyó en las construcciones colectivas. La individualidad te pondrá en el firmamento, pero sólo la construcción colectiva nos reivindicará frente a la historia. Al fin y al cabo todos somos pasantes de la historia.
Por último, quiero decirte que no hay nada más lindo que comerse unos fideos con la vieja el domingo y por la tarde gritar un gol de Racing, por lo menos, para este humilde argentino.
Atentamente,
Néstor Kirchner
Calicles y Sócrates
De todos los diálogos de Platón, el que más me gusta es el Gorgias. Allí Sócrates debate con un par de Sofistas. Gorgias, Polo y Calicles. Es este último es un pensador político sustancializado con el ideal espartano. Calicles es el prototipo del realismo político a ultranza. No tiene nada que envidiarle a Maquiavelo, Hobbes o Carl Schmitt. Es justo que el fuerte domine al débil. El poder es lo que se puede imponer con la fuerza. Mientras Calicles parte lecciones del más crudo realismo político, Sócrates abunda hasta el cansancio hablando de médicos, zapatos y carteras. En el fondo es un diálogo entre dos modos de ver la política. Uno desde el poder mismo, el otro desde el ideal de lo que “debe ser” la política. El Flaco, diálogos irreverentes con Néstor Kirchner es una pequeña reseña del diálogo político de Platón. Pero en esta oportunidad no es el filósofo el que tiene ideales. El político, entendiendo la crudeza de la administración, conjuntamente con los devenires de la fortuna, utiliza todo lo necesario para que esa convicción pueda llegar a ser. Simplemente eso. Es la verdadera política en situación.
Una pequeña sensación a minutos de haber terminado la lectura del libro. Sócrates fue Calicles y Calicles fue Sócrates. Un Sócrates con formas políticas, es decir, teniendo en cuenta la dictadura de los medios.
(Goliardo)
2 comentarios:
El libro es más bien, como todos los últimos de JP Feinmann, un libro egocéntrico y de diálogo en sí, muy poco, casi nada.
Es un libro que no aporta mucho en cuanto a lo político y si, en cambio, para saber cuantos libros lleva publicados, cuanta gente conoce, en que circulos se mueve y bla bla de Feinmann.
¡Si hasta parece que Néstor fue Néstor gracias a él!!
Un librito más para leer en el verano.
No sé si me vinieron ganas de leer "El flaco". Pero sí confirmo que da gusto leer este blog.
Un abrazo
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