Hay un mito en la oposición que les está comiendo la cabeza. El mito es este: que una eventual yuntada, todos juntos, como la UNION DEMOCRATICA, ganaría la elección nacional. Idea vieja si las hay. La civilidad ya no pertenece a la vieja idea liberal, sino a un puchero de campo. Puchitos y sobras en una misma olla.
El problema de esta forma de hacer política se da en términos excepcionales cuando, después de una guerra, una fuerte dictadura, exige la unidad. El problema es la falsa visión de la realidad. Una comparación equivocada.
Un ejemplo claro de ello es el caso perdido Ernesto Sanz. El “candidato” pertenece a un partido centenario que tiene llegada en toda la argentina. Un partido con tradición e identidad política. Pero Sanz insiste en formar un bloque anti k. Si uno mira las encuestas, Sanz ni siquiera es conocido por los ciudadanos de su propio partido. En cambio, Ricardo Alfonsin, después de la muerte de Raúl, tuvo un ascenso en el conocimiento de su persona. Es visto por la sociedad como un buen tipo. Junto a Cristina, Alfonsin tiene una imagen positiva que supera a sus candidatos de comités.
Si Sanz hubiese sido peronista, inmediatamente se hubiera puesto a disposición de Alfonsin y listo. Pero la verticalidad es mala palabra en ese antro, suena a “personalismo”. El radicalismo ha dejado de ser personalista, ahora es fetichista…fetichista de las instituciones.
Pero no es así. Sanz se metió en una soberana interna a cohete. Desgastó la imagen de Alfonsin, la suya y las del caradura de Cobos. El radicalismo se comportó como una clase discutidora, esa que Carl Schmitt, citando a Donoso Cortes denomina indecisionista. Discute y no decide.
En una eventual candidatura de Alfonsin, el radicalismo consolidaría un liderazgo a nivel nacional y constituiría una reparación –en términos de imagen- de la UCR. Desde la reconfiguracion política del radicalismo, éste partido podría servir de “núcleo hegemónico” (concepto de Cooke) en términos de alianzas electorales, para la superación misma de sus limitaciones. Afianzar un proyecto de partido político, algo básico en un sistema representativo.
Sanz no entendió que los tiempos de un Partido no son los tiempos del Diario Clarín. En cambio, Sanz prefrió servir a los intereses de un grupo económico. Seguramente a estos grupos económicos la candidatura de Alfonsin no les satisfacía demasiado. Estos prefirieron poner a otro, que le sirvió de caballito de Troya a la UCR. Sanz prefirió subordinarse a la efímera tapa de un diario. Así terminó.
1 comentario:
Sí, Sanz prefirió la posibilidad de convertirse en el gerente de los intereses empresariales en la oposición antes que reconstruir el radicalismo. Pero eso significa que hay muchos radicales por abajo que quieren que el partido sea eso: Sanz sólo no se manda.
Además, basta escucharlo hablar a Alfonsín para conocer sus limitaciones. Eso debe haber ayudado también.
Me gustó eso de "fetichista de las instituciones", je.
Saludos.
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