Te considero la mujer moderna por excelencia; rebelde, hermosa, inteligente, creyente y sola. Toda mujer que hizo su destino, sin saber, siguió tus pasos. Tu pena recorre los caminos, y en la triste abadía, me consuela tu memoria.
Te escribí hace tiempo este Soneto:
Eloísa
No te entendió la historia, Eloísa
cuando amaste el destino sin mar,
y refugiaros en un mundo de oscuridad
ocultaste tu vida en una abadía.
Tus cartas de amante sin alegría
son gritos en la oscura moralidad;
y el rechazo para la posteridad
al matrimonio por la filosofía.
Joven y tierna, mi gran Eloísa
cautivante y mujer intelectual.
Y con diecisiete años de edad,
supiste amar la sabiduría.
Hay mujer, mi bella Eloísa.
en un siglo de pulcra moral.
Te escribí hace tiempo este Soneto:
Eloísa
No te entendió la historia, Eloísa
cuando amaste el destino sin mar,
y refugiaros en un mundo de oscuridad
ocultaste tu vida en una abadía.
Tus cartas de amante sin alegría
son gritos en la oscura moralidad;
y el rechazo para la posteridad
al matrimonio por la filosofía.
Joven y tierna, mi gran Eloísa
cautivante y mujer intelectual.
Y con diecisiete años de edad,
supiste amar la sabiduría.
Hay mujer, mi bella Eloísa.
en un siglo de pulcra moral.
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Un poeta se inspiró en tu historia, y escribió una hermosa canción. Cuánta razón tuvo este poeta cuando sentenció:
“que pequeña es la luz de los faros… que pequeña es la luz de los faros de quién sueña con la libertad…”
“que pequeña es la luz de los faros… que pequeña es la luz de los faros de quién sueña con la libertad…”
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