La Epopeya de Dionisio Areopagita

Relata la Biblia, en los Hechos de los apóstoles, la llegada de San Pablo a Atenas. “¿Qué querrá este palabrero?” se preguntaban epicúreos y estoicos en el areópago ateniense. El santo de la palabra llegaba para proclamar la divinidad superior, el creador de lo dado, de la realidad, del trabajo y el descanso, porque no sólo creó el salario del yugo, sino que al descansar el séptimo día, inventó el paro junto a la sombra de un árbol. Y solamente dijo: “¡Hágase!” (y me lo imagino al Señor tomando unos verdes bajo la sombra de un sauce llorón). Llegaba San Pablo a enseñar la doctrina del Dios no conocido, que la filosofía griega pudo contemplar, pero no conceptualizar, o en todo caso, antecedente mítico de la teología negativa. Pues la retórica de San Pablo tuvo sus frutos, -y que frutos-, consiguió el apóstol la adhesión de Dionisio y Daramis, que según la tradición que se interprete, era esposa del primero, claro, según en credo.
Dionisio –desde ahora, Dionisio areopagita-, fue el primer griego convertido al cristianismo, y según cuenta la leyenda, después de la conversión, llega a Francia para evangelizar a los habitantes de esa zona. La epopeya dionisiaca tardaría un par de siglos, -pero si todavía creemos en Dios, porqué no vamos a creer en la longeva y divina vida de Dionisio-, el padre de la iglesia de aquellos pagos. Dionisio areopagita –desde ahora, san Dionisio-, fue un filósofo del neoplatonismo tardío, y la historia data de los siglos V y VI (insisto, seamos creyentes). Este filósofo escribió unos tratados de teología negativa, y como enseña nuestro santísimo “pura sangre”, Benedicto XVI:

“Hoy Dionisio Areopagita tiene una nueva actualidad: se presenta como un gran mediador en el diálogo moderno entre el cristianismo y las teologías místicas de Asia, cuya característica está en la convicción de que no se puede decir quién es Dios; de Él sólo se puede hablar con formas negativas; de Dios sólo se puede hablar con el «no», y sólo es posible alcanzarle si se entra en esta experiencia del «no». Y aquí se ve una cercanía entre el pensamiento del Areopagita y el de las religiones asiáticas: puede ser hoy un mediador como lo fue entre el espíritu griego y el Evangelio.”

Pero dejemos de lado al Papa Ario, y vayamos a la herencia de San Dionisio areopagita. Este pensador escribió varios tratados de teología, ponele, siglo V y VI. Y por las delicias de la historia, estos manuscritos llegan a la abadía de Saint Denis (es decir, abadía de san Dionisio), en Francia en la época de Carlin Calvo. En este contexto es donde surge la figura de un irlandés, Juan Escoto Eriúgena, el padre de la filosofía occidental. La misión heroica y la epopeya intelectual de Escoto Eriugena (Juan, el irlandés de irlanda), es traducir al patrono San Dionisio –desde ahora, Saint Denis-, y es llevado a la corte de Francia. La autoridad del texto es indiscutible, y la misión mas que importante.

Pero este Juan Escoto tiene su propia leyenda, según la cual, Escoto funda la universidad de Paris, y a la vez que viaja a una abadía, renuncia a la gloria intelectual, y decide enseñar. Pero mientras enseñaba, alumnos lo asesinan con sus estiletes. El primer gran filosofo de cuño occidental, pensador filosófico y gran traductor del griego. Dice Benedicto XVI:

“Demostró una atención sumamente particular por san Máximo el Confesor, y sobre todo por Dionisio Areopagita. Bajo este seudónimo, se esconde un escritor eclesiástico del siglo V, de Siria, pero al igual que toda la Edad Media Juan Escoto Erígena, estaba convencido de que este autor era un discípulo directo de san Pablo, del que se habla en los Hechos de los Apóstoles (17, 34). Escoto Erígena, convencido de esta apostolicidad de los escritos de Dionisio, lo calificaba como "autor divino" por excelencia; sus escritos fueron, por tanto, una fuente eminente de su pensamiento.”

Por lo visto, Benedicto no es un hombre creyente. Él no cree que el Dionisio del areópago sea el Dionisio que llegara a Francia a evangelizar a los habitantes. Benedicto cree en matusalén pero no en Dionisio areopagita, en Saint Denis. Este papa ha perdido la fe. Yo creo en Sain Denis, pero dejemos a los escépticos de lado, ellos no se guían por la fe de Dios, sino por el dinero, la ciencia y la maldad instrumental. Juegan a llenar la bolsa y la vida.

¿Pero, cómo llegué de Dionisio Areopagita a Benedicto XVI? ¿Quizá pensando en Sain Denis, comuna francesa? ¿O quizá, por un cumpa de apellido irlandés que me alienta a escribir estas cosas? ¿Será porque en la comuna de Sanit Denis, fueron elegidos los primeros funcionarios de origen comunista o socialista que recuerde la historia mundial? ¿Será por la epopeya de Escoto Erúgena de traducir una autoritas?

No importa, solo sé que las epopeyas, las búsquedas universales están cada vez más lejanas. Un poeta maldito escribió:

“Lo que representa, lo que significa: la construcción del hombre nuevo sobre las ruinas del viejo orden y sus alienaciones ya ha comenzando, y el tiempo ya está muerto para la lucha y el sacrificio con que se inician las batallas definitivas. no hay epopeyas gloriosas pero lejanas sino estas, las de ahora mismo…” Jonh Wiliam Cooke, Apuntes sobre el che, 1968.

Por una nueva epopeya…

http://www.youtube.com/watch?v=QPxq7EjdiW4&feature=player_embedded