Estaba Dalmiro Sáenz invitado a un programa de televisión y antes de que le pregunten algo dijo: “Para mi es un honor esta sentado a lado de Rodrigo”. Ese tal Rodrigo, era la Hiena Barrios. Emocionado –quizá nunca imaginó que un escritor de la talla de Dalmiro le propiciara tal homenaje-, le agarró las manos al viejo escritor y le agradeció como los boxeadores saben agradecer.
Hoy la cosa es distinta, y está muy lejos parecer volver el tiempo atrás. Un amigo me dijo una vez que a los boxeadores no les duelen los golpes, sino las caricias. Esto lo supo Gatica que murió aplastado por un colectivo y en agonía decia “¡Mamá!”. Quizá estos golpes son los que le faltó, en vez de las verdaderas hienas que acechan a los que se matan de a pocos. Esos que se dicen amigos, son chupa sangres, buitres que sólo están cuando hay escabio y droga. Barrios nunca debió llamarse “Hiena”, pues a estas se las comen sus pares antes de morir. Es un apodo horrible. Quizá, se debió haber puesto “Tigre”, como su club (atentos, que el que escribe es hincha de Chacarita). Quizá, con un apodo tan elocuente, hubiese obtenido la mirada desconfiada del Tigre, y atender a lo que estaba pasando. Hoy es tarde. No debió tener la mirada d Hiena, sino el ojo de tigre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario