Por Jorge Devincenzi
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La Noble Ernestina es la primera investigación sobre la dueña del Grupo Clarín. La identidad de sus dos hijos adoptivos y la batalla por una herencia cercana a los 1.300 millones de dólares son solo dos de los costados escandalosos que examina Pablo Llonto en una investigación periodística, cuya segunda edición está en la calle con prólogo de Osvaldo Bayer.
Perfil—El último paro agropecuario encontró a Clarín en un lugar distinto al que protagonizara durante el enfrentamiento anterior. Esta vez no se puso a la cabeza de los reclamos. ¿Clarín tiene línea editorial, ejerce una especie de poder bobo o algo cambió entretanto?
—La opinión de Clarín respecto de los gobiernos siempre está relacionada con sus propios negocios, y luego con una seudo posición desarrollista que aún defiende en sus editoriales. Es evidente que en el anterior conflicto del campo oligárquico, al multimedio le habían pegado dos piñas. Una, por los intereses afectados. Algunos de sus accionistas principales, como Magnetto o Aranda, tienen campos y son dirigentes de entidades del campo. Es decir, las retenciones les tocaban los bolsillos.
Otro golpe fue cuando los Kirchner salieron a desafiarlos acusándolos de monopolio, en especial cuando se dio el episodio de la caricatura de Sábat sobre Cristina, durante el acto del Frente para la Victoria en Plaza de Mayo.
—Fue como si le mojaran la oreja a Bush…
—Sí, más o menos. Hoy, Clarín está en otra situación: el gobierno no lo agrede, los aumentos a las retenciones no prosperaron y el humor de la clase media, fuente de todos los humores del Grupo, ya no es el mismo con los dueños de la Rural y los De Ángeli o Buzzi. Como consecuencia, Clarín baila al compás de la clase media, y la clase media hoy no está tan entusiasmada con eso de salir a las rutas o cortar las calles de Caballito y Barrio Norte. Clarín desensillará hasta que aclare.
—Además, se fue Alberto Fernández…
—Contra la opinión de Néstor Kirchner en aquel momento, Fernández estaba convencido de que había que pactar con el Grupo. El hasta entonces jefe de Gabinete había sido director de Papel Prensa, y luego de su alejamiento, brindó sonriente con los conductores de A Dos Voces. Fernández era el hombre de Clarín dentro del gobierno.
—Algunos dicen que esa línea editorial se define día a día por los resultados de encuestas de opinión y actitudinales que van midiendo el humor de los consumidores del multimedia. ¿Es cierto?
—No es tan así, pero una frase célebre de Magnetto es “tratamos de estar muy pegados a la sensación térmica media de la ciudadanía”.
—En La Noble Ernestina, te enfrentás con un medio de prensa poderoso, casi hegemónico. ¿Cómo crees que reaccionará la industria cultural local ante su aparición?
—A muy pocos les importa que sepamos quién es quién en los medios de comunicación. No creo que el libro interese a quienes manejan el mayor poder de opinión sobre literatura de investigación en la Argentina, y me refiero tanto a revistas como Noticias, como a las publicaciones del Grupo Clarín o La Nación. El resultado será el de siempre: silencio. Un silencio que indica lo bien que hacemos en sacarles la careta.
—¿Te ves entrevistado en Ñ? ¿Crees que correrá el mismo destino que La Patagonia Rebelde de Borrero? ¿Soñás con un batacazo en la Feria del Libro, o lo tuyo tiene más que ver con una pelea de fondo en la que se juega por ejemplo, el destino de Argentina como un país menos tóxico, para decirlo con palabras de moda?
—No hay chance de menciones en los medios del Grupo. No tengo ni para llegarle a los talones a la obra de Bayer. Y sobre batacazos en la Feria del Libro, a lo único que podemos aspirar es que a media docena de biografías de la Noble conmuevan la curiosidad de algunos argentinos. La Noble Ernestina circula mucho entre estudiantes de periodismo, y esa es mi mayor satisfacción: saber que decenas de jóvenes estudiantes de periodismo o de comunicación cuentan hoy con una herramienta con la que no contábamos nosotros, cuando el telón para ocultar las maniobras y negociados e ilícitos del Grupo Clarín era un telón enorme. Mi intención al editarlo fue siempre una: que empecemos a perderle el miedo. Que crezcan periodistas que no se callen la boca por temor a que Clarín un día no los convoque, y que exista justicia con la viuda, quien debería pagar por lo que hizo durante la dictadura.
—Por décadas circuló el mito de que en 1927 la familia Braun Menéndez compró todos los ejemplares de La Patagonia Trágica de José María Borrero, director de un diario de Río Gallegos, donde se denunciaban por primera vez los fusilamientos masivos de peones de estancia durante el gobierno de Yrigoyen. Podría pasar algo similar…
—Clarín no haría algo así, y hoy sería imposible comprar todos los libros. Pero intentarán ningunearlo, como autodefensa. Son expertos en ocultamiento, como cuando retuvieron por varias horas la noticia de la detención de la Noble Ernestina en diciembre de 2002. Y en eufemismos: Yabrán fue durante mucho tiempo "el empresario telepostal". Sin embargo, hace mucho que no se ven esas bestialidades.
—¿Teniendo en cuenta lo que sería su suerte de protagonismo durante los ‘90, cómo le sirvió a Jorge Asís la ficción para posicionarse mejor durante su paso por Clarín, que relató en la novela Diario de la Argentina?
—Asís usó la ficción para contar muy poco de Clarín. Se dedicó a relatar sobre los conventillos de la redacción y no a investigar los orígenes del Grupo y de sus negocios ocultos. El se fue arreglando plata con Clarín y quiere ponerse en rol de víctima. Jamás fue víctima de la empresa. Jamás quiso dar pelea para quedarse. Se llevó la plata y punto.
—El juez que detuvo a Ernestina Herrera, en el pasado había investigado las muertes dudosas de Sivak y Echegoyen sin llegar a nada, era un funcionario cercano a Piotti, a Yabrán, al ex-comisario Naldi y a Gregorio Ríos, uno de los matadores de José Luis Cabeza. Y recibía sobresueldos de la SIDE. ¿Por qué crees que la detuvo? ¿Fue un ataque repentino de justicia?
—Marquevich recibió órdenes del menemismo de atacar a Clarín después de que el diario profundizara la investigación de la venta de armas a Ecuador y Croacia. En esa investigación, Clarín, que ya le había soltado la mano a Menem, decidió arremeter contra su gobierno culpándolo de la venta de armas. Cuando todavía eran amigos, Marquevich, quien ya tenía la causa Noble en sus manos, la cajoneó y no movió una sola foja del expediente. Cuando Menem y Clarín rompieron relaciones, puso en marcha la causa. Ello demuestra qué clase de juez era. Igualmente, cuando movió la causa ni él mismo se imaginó con lo que se iba a encontrar, y se encontró con una bomba de fragmentación: los dos expedientes de adopción totalmente fraguados por la señora de Noble en 1976.
—En el caso de los hijos de Ernestina hay otros actores, como el Gobierno y las Abuelas de Plaza de Mayo. Pero la opinión pública en general lo desconoce. ¿A qué lo atribuís?
—A que la TV no se ocupó nunca del tema. Si uno de los canales le dedicara un programa especial al tema y luego, con un seguimiento semanal se ocupara del estado de la causa, hoy en la Argentina el caso de los hijos adoptados por la Noble sería comentario de millones de hogares en la Argentina y ello ayudaría a que muy pronto pudiésemos averiguar quiénes fueron sus padres. Además no hay un solo periodista cinco estrellas que se haya atrevido a investigar a fondo ni las conexiones económicas del Grupo ni el caso de los hijos de la viuda. Ni Magdalena, ni Tenembaum, ni Longobardi, ni Gelblung, ni Biasatti, ni María Laura Santillán, ni siquiera los programas de periodismo en joda, como CQC y otros, se le atreven al imperio. Le temieron siempre y le temen ahora.
—La mayor parte son empleados o socios de Clarín…
—Sí, en parte es por eso. Pero los que están fuera del Grupo también le temen. Clarín forma opinión de consumidores de contenidos.
—¿Una nueva ley de radiodifusión mejorará el panorama de los medios teniendo en cuenta aquello de los derechos adquiridos y demás?
—Depende. Si las leyes que se piensan sacar van en el mismo sentido que las que hubo hasta hoy, nada cambiará. Los medios de comunicación seguirán igual si no se expropian canales o se cancelan las licencias otorgadas a los grupos económicos que hoy los manejan. Canal 9, C5N, Telefé, América y por supuesto Clarín y el 13, están en manos de empresarios que no tienen conciencia de educar y formar con los medios. Para ellos los canales y las radios siguen siendo empresas para ganar plata y poder. Los proyectos de modificaciones a la ley, o de una nueva ley, no tocan los intereses de los dueños actuales. No se trata de derechos adquiridos porque en la Argentina, esa mentira ha servido para mil basuras menos para proteger al pueblo. Canal 13 fue entregado ilegalmente por este gobierno ya que debió haberse llamado a un nuevo proceso licitatorio. Y si no, al finalizar la concesión, se debió devolver la propiedad de la licencia al Estado para que hiciera otro canal. Esa hubiese sido una verdadera reforma en favor de la gente: en lugar de Canal 13, con el mismo personal y con la misma técnica, poner en marcha por señal de aire el canal Encuentro. Terminar de una vez con la TV idiotizante e individualista.
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2 comentarios:
Una entrevista notable. Hay muchas verdades ahí. Pero como se dice, los gobiernos pueden ser socios de Clarín, pero Clarín no es socio de ningún gobierno. Si te ajustás a los intereses del Grupo, vas bien. Sino, te disparan bajo la línea de flotación. Es como los Sopranos pero a escala planetaria.
Saludos cumpa
MP
Muy buena la nota, y dolorosamente cierta, todos le temen al imperio y nadie se va a atreverle. Tiene demasiadas voluntades compradas. Y la clase media hasta cuándo les va a seguir creyendo???
Y ya que estamos en tema, es cierto lo q me dejaste en mi blog, dentro de poco, lo de Mirta Tundis va a parecer "un achidente".
Saludos!
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