El discurso del presidente de la Sociedad Rural estuvo apestado de ausencias. El olvido es el camino elegido por los que no van de “a pié”. Solo el caminante conoce el paso en falso y sólo él puede tararear en voz bajita para que sólo su conciencia lo contemple:
“Del cerro vengo bajando
Camino y piedra…
Traigo enredada en el alma vidai
Una tristeza.”
El discurso de Biocatti estuvo ausente de historia. En el fanatismo de recordar los tiempos prósperos para la sociedad Rural, el orador y presidente de la Rural pasó en alto el Campo de Concentración que funcionó en la Isla Martín Gracia entre 1874 y 1880, al amparo y la salvación de la civilización. Campo de concentración con Crematorio incluido.
En “Pedagogía de la Desmemoria” Marcelo Valko relata estos sucesos invisibilizados por la historiografía argentina.
“La Isla era el sitio donde se arrojaban los indios o, de acuerdo con Estalisnao Zeballos, en una época en donde no se estilaba el concepto de Campo de Concentración, un “depósito de prisioneros” donde “se echaba” a los indios. (Zeballos 1878: 250)”
Este Zeballos que cita Marcelo Valko es Estalisnao Zeballos, Presidente de la Sociedad Rural, dos veces presidente de la Rural en tiempos de genocidio, olvido y agroexportación. La isla Martín Gracia funcionó como campo de concentración. Allí iban a parar todos los secuestrados de la mal llamada “Campaña del Desierto”. Hoy sabemos que fue un campo de concentración que funcionó, si bien no tuvo la organización y sistematización de una burocracia estatal consolidada como en la Alemania Nazi, pero si, el Estado Argentino en la presidencia de Avellaneda tenía consolidado su dominio en territorio destinado.
En la Alemania Nazi, la construcción de cámaras de gas para el exterminio sistemático por parte de ingenieros, ciencia aplicada para el terror, en el caso de la Isla Martín García, la viruela hacía lo que la ciencia moderna no podía hacer: el exterminio masivo de hombres, mujeres, niños y niñas.
Entre las matanzas organizadas, también eran condenadas a muerte segura las llamadas cautivas o “Helenas del desierto”. La civilidad genocida consideraba malditas aquellas mujeres blancas que vivían con indios. Se las consideraba apestadas. Una mujer cautiva perdía su humanidad. Estaba condenada al exterminio en el campo de concentración.
Por suerte todavía hay documentos y archivos de este genocidio invisibilizado. Las voces todavía claman justicia y memoria cuando desde un atril lleno de burócratas, galeritas, y oligarcones se mitifica el Centenario de la Patria. Aquel genocidio parió el centenario. Las voces todavia son ruido cuando la asignación valorativa del billete más caro lleva el rostro y nombre de un genocida como Julio Roca. El bicentenario tiene que parir otra argentina, con memoria, justicia y verdad.
“Del cerro vengo bajando
Camino y piedra…
Traigo enredada en el alma vidai
Una tristeza.”
El discurso de Biocatti estuvo ausente de historia. En el fanatismo de recordar los tiempos prósperos para la sociedad Rural, el orador y presidente de la Rural pasó en alto el Campo de Concentración que funcionó en la Isla Martín Gracia entre 1874 y 1880, al amparo y la salvación de la civilización. Campo de concentración con Crematorio incluido.
En “Pedagogía de la Desmemoria” Marcelo Valko relata estos sucesos invisibilizados por la historiografía argentina.
“La Isla era el sitio donde se arrojaban los indios o, de acuerdo con Estalisnao Zeballos, en una época en donde no se estilaba el concepto de Campo de Concentración, un “depósito de prisioneros” donde “se echaba” a los indios. (Zeballos 1878: 250)”
Este Zeballos que cita Marcelo Valko es Estalisnao Zeballos, Presidente de la Sociedad Rural, dos veces presidente de la Rural en tiempos de genocidio, olvido y agroexportación. La isla Martín Gracia funcionó como campo de concentración. Allí iban a parar todos los secuestrados de la mal llamada “Campaña del Desierto”. Hoy sabemos que fue un campo de concentración que funcionó, si bien no tuvo la organización y sistematización de una burocracia estatal consolidada como en la Alemania Nazi, pero si, el Estado Argentino en la presidencia de Avellaneda tenía consolidado su dominio en territorio destinado.
En la Alemania Nazi, la construcción de cámaras de gas para el exterminio sistemático por parte de ingenieros, ciencia aplicada para el terror, en el caso de la Isla Martín García, la viruela hacía lo que la ciencia moderna no podía hacer: el exterminio masivo de hombres, mujeres, niños y niñas.
Entre las matanzas organizadas, también eran condenadas a muerte segura las llamadas cautivas o “Helenas del desierto”. La civilidad genocida consideraba malditas aquellas mujeres blancas que vivían con indios. Se las consideraba apestadas. Una mujer cautiva perdía su humanidad. Estaba condenada al exterminio en el campo de concentración.
Por suerte todavía hay documentos y archivos de este genocidio invisibilizado. Las voces todavía claman justicia y memoria cuando desde un atril lleno de burócratas, galeritas, y oligarcones se mitifica el Centenario de la Patria. Aquel genocidio parió el centenario. Las voces todavia son ruido cuando la asignación valorativa del billete más caro lleva el rostro y nombre de un genocida como Julio Roca. El bicentenario tiene que parir otra argentina, con memoria, justicia y verdad.
Crematorio construido por Sarmiento en la Isla Martín García.
2 comentarios:
Lo que pasa es que Biolcatti tiene la cara de Roca. (le dicen billete de cien)
Excelente lo del campo de concentración- depósito de personas en Martín García, es algo de lo que no se sabe tanto como del reparto de tierras de la campaña del presunto desierto"", entre las familias patricias de la Sociedad Rural. Gracias por el aporte al pasado oculto tras la versión de los vencedores.
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