sábado, 14 de enero de 2012
Un nuevo ensayo sobre Teoria de la Soberania
“Es soberano quién decide el estado de excepción”. Así comienza Teología política de Carl Schmitt. Es el concepto de soberanía del poder absoluto del origen del estado moderno como lo entiende el alemán.
En Carl Schmitt el soberano es como un Dios en la tierra. Él puede crear una Constitución y suspenderla. Hacer y deshacer. Como el milagro en Dios. Esta idea está sacada del pensamiento contrarrevolucionario europeo de principio del siglo XIX. Juan Donoso Cortes es un de sus máximos exponentes:
Pues bien, señores, si con respecto al mundo físico Dios es el legislador, como respecto á las sociedades humanas lo son los legisladores, ¿gobierna Dios siempre con esas mismas leyes que él á sí mismo se impuso en su eterna sabiduría, y á las que nos sujetó á todos? No, señores, pues algunas veces, directa, clara y explícitamente manifiesta su voluntad soberana, quebrantando esas mismas leyes que él mismo se impuso, y torciendo el curso natural de las cosas.
Otro gran analista de la soberanía (en el sentido absoluto, como Carl Schmitt) es Foucault. El concepto de biopolitica hace referencia a ese poder de disponer de la vida de los súbditos pero en una etapa superior surgida en la sociedad de masas. La soberanía del estado de derecho del poder absoluto es aquel que dispone de la vida y la muerte de los ciudadanos. Es amo, dueño y señor de la vida. En cambio, el nuevo poder, la nueva tecnología no dispone de la vida para la muerte, sino de la muerte para la vida.
Poder soberano: “hacer morir, dejar vivir”
Biopolitica: “hacer vivir, dejar morir”
Pero en las calles de Buenos Aires (cada vez más parecidas a Las Vegas que a Paris), en especial de Barrio Norte surgió un nuevo análisis del poder absoluto. Su autora, Beatriz Sarlo.
Además, la popularidad de la Presidenta se sostiene en rasgos que son aceptados casi por aclamación, si es que las encuestas reflejan lo que sienten los ciudadanos. No la deterioran el unicato ni el nepotismo, explicado como apoyo en sus leales y en ese conmovedor artefacto privado que no tiene nada que hacer en la política: la familia.
Tiene razón Sarlo, aunque su análisis es deficiente. Se olvida algunas políticas de Estado que “sostiene” al gobierno de Cristina más allá de los rasgos de Soberana. Hay un cambio en la mirada de la sociedad después de la muerte de Kirchner. Pero el lazo de admiración, gracias, afectividad está sostenido por una realidad concreta. Recordemos a Maquuavelo que algo sabia de esto:
Conviene notar, además, que el natural de los pueblos es variable. Fácil es hacerles creer una cosa, pero difícil hacerles persistir en su creencia. Por cuyo motivo es menester componerse de modo que, cuando hayan cesado de creer, sea posible constreñirlos a creer todavía. (Príncipe, VI)
El problema de los análisis de Sarlo es que siempre se detienen en el aspecto estético, los rasgos, de formas. Desde allí quieren explicar la política. En el fondo es un análisis a lo Castiglione. Un análisis cortesano.
La Presidenta tiene una idea del poder. Ella es el centro de un cosmos cuyo orden depende de que todos los signos le estén subordinados.
Otro problema es ver la capacidad de mando como algo negativo. La decisión –para Sarlo y otros liberales- es la dictadura.
Mientras el análisis político siga siendo un análisis estético, tilingo sin contexto, seguirán comentando. Para eso están. En cambio, el gobierno pertenece a aquellos ciudadanos que no están peleados con la realidad. Así es.
Imagen, la gran Isabel, Reina de Inglaterra.
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2 comentarios:
La superficialidad de los análisis de Sarlo hace dudar seriamente de su inteligencia. Porque aún una interpretación basada en la estética puede ser interesante y original. No es el caso: Beatriz Sarlo no es Oscar Wilde ni de lejos. Cuando habla de Cristina pareciera que el odio y la envidia le apagasen las neuronas.
GRACIAS IRIS.
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