miércoles, 17 de febrero de 2010

Por qué Montaigne


(menester es advertir que los (juegos) de la niñez
no son tales juegos, menester es juzgarlos
en las criaturas como sus acciones más serias)


Países hay en que se ven burdeles públicos de hombres;
en que las mujeres van a la guerra con sus maridos
y toman parte, no sólo en el combate,
sino también en el mando;
en que las sortijas no sólo sirven de adorno en las narices,
labios, mejillas, orejas y pies,
sino que además se echa mano de pesadas varillas de oro
para atravesar con ellas los pechos y el trasero;
en que al comer se limpian los dedos en los muslos,
en los testículos y en las plantas de los pies;
en que los hijos no son los herederos de sus padres,
y, sin embargo, lo son los hermanos y sobrinos de éstos;
en otras partes lo son los sobrinos solamente,
salvo cuando la herencia es la de un príncipe;
entonces, para ordenar la comunidad de bienes en usanza,
ciertos magistrados soberanos ejercen
el omnímodo cargo del cultivo de las tierras
y distribución de los frutos de las mismas,
a tenor de las necesidad de cada uno;
en que se llora la muerte de los hijos
y se festeja la de los viejos;
en que diez o doce personas se acuestan en el mismo lecho,
acompañadas de sus mujeres respectivas;
en que las mujeres que pierden sus esposos por muerte violenta
pueden de nuevo contraer matrimonio,
y no pueden hacerlo las demás;
en que tan poco valor se concede a la mujer,
que se da muerte a las hembras que nacen
y se compran las del vecino para llenar
con ellas las necesidades naturales;
en que los maridos son dueños de repudiar sin alegar causa alguna,
y a las mujeres no les asiste tal derecho;
en que los maridos pueden venderlas si son estériles;
en que se cuecen los cadáveres y se machacan luego
hasta que forman una especie de papilla,
la cual mezclan al vino que beben;
en que la sepultura más envidiable es ser devorado por perros,
y en otros sitios por pájaros;
en que se cree que las almas dichosas viven
en completa libertad en los alegres campos,
provistas de toda suerte de comodidades,
y que son, ellas las que producen el eco que oímos
cuando en despoblado resuena nuestra voz;
en que se combate dentro del agua,
y los hombres disparan nadando sus arcos,
con golpe certero, en que, como muestra de sumisión,
se levantan los hombros y se baja la cabeza;
en que precisa descalzarse para entrar en la cámara real;
en que los eunucos, guardadores de las religiones
tienen los labios cortados y lo mismo la nariz,
para que no puedan inspirar amor;.
y los sacerdotes se saltan los ojos
para que no puedan inspirar amor;
y los sacerdotes se cambian ojos
para entrar en comunicación con los espíritus
y consultar los oráculos;
en que cada cual hace su dios de aquello que más le place:
el cazador de un león o de un zorro;
el pescador de un pez cualquiera:
e ídolos de cada una de las acciones o pasiones humanas:
el sol, la luna y la tierra son los dioses principales;
en que el procedimiento en uso para jurar
consiste en tocar la tierra mirando al sol;
en que se come cruda la carne y lo mismo el pescado;
en que el juramento que merece más fe
es el que se ejecuta en nombre de la persona muerta
que de mayor crédito gozó en el país,
tocando su tumba con la mano;
en que los aguinaldos que el rey envía a los príncipes,
sus vasallos, anualmente, consisten en fuego;
llevado que es a su destino, apágase el antiguo,
y del nuevo se provee todo el pueblo que el príncipe gobierna;
cada cual toma su parte correspondiente
so pena de incurrir en crimen de lesa majestad;
en que cuando el rey se consagra por entero
a la vida contemplativa y abandona su cargo,
lo cual acontece con frecuencia,
su primer sucesor está en el deber de hacer lo propio,
y así pasar el reino a manos de un tercero;
en que la forma de gobierno cambia a medida
que los acontecimientos lo exigen;
hácese que el rey dimita cuando bien a sus súbditos se les antoja;
es sustituido por los ancianos en el gobierno del Estado,
y, a veces, déjase la dirección de éste en manos de la comuna;
en que mujeres y hombres son circuncidados
lo mismo que bautizados;
en que el soldado que en uno o varios combates
consigue presentará su rey siete cabezas de enemigos,
es elevado a la categoría de noble;
en que se cree en la mortalidad y acabamiento de las almas;
en que las mujeres dan a luz sin quejas ni lamentos;
en que las mismas mujeres llevan en ambas piernas
armaduras de cobre, y si un hijo las muerde están obligadas,
por deber de magnanimidad a morderle ellas a su vez;
en que no se determinan a casarse
sin haber ofrecido a su rey su doncellez;
en que se saluda dirigiendo un dedo
a tierra levantándole después al cielo;
en que los hombres llevan la carga en la cabeza
y las mujeres en las espaldas;
éstas orinan de pie, aquellos agachados;
en que los hombres envían sangre en prueba de amistad
e inciensan como a dioses
a las personas a quienes tratan de honrar:
en que no ya sólo en el cuarto grado de parentesco,
sino en ninguno más apartado el matrimonio es permitido;
en que los muchachos están cuatro años
encomendados a la nodriza, y a veces doce;
y en estos mismos países créese peligrosamente mortal
dar de mamar al niño el día que nace;
en que los padres castigan a los varones
y las madres a las hembras,
y el castigo consiste en colgarlos por los pies,
cabeza abajo a unos y otros, y en ahumarlos;
en que se circuncida a las hembras;
en que se come toda suerte de hierbas sin otra precaución
que desechar aquellas que despiden mal olor;
en que todo está abierto, y las casas,
por ricas y hermosas que sean,
carecen de puertas y ventanas,
y no tienen arcas ni cofres cerrados;
en lugares tales, los ladrones reciben
doble castigo que en otros sitios;
en que se matan los piojos con los dientes,
como hacen los orangutanes,
y encuentren odioso verlos despachurrar con las uñas;
en que nadie se corta nunca el pelo ni las uñas,
y otros países hay en los cuales se cortan
sólo las de la mano derecha,
y las de la izquierda se dejan crecer por elegancia;
otros se dejan la cabellera del lado derecho
tanto como crecer puede, y se cortan la del lado opuesto;
otros países hay en que los padres prestan a sus hijos,
y los maridos facilitan sus mujeres a sus huéspedes
para que las gocen, pagando;
otros en que es lícito tener hijos con su propia madre,
y a los padres tener comercio deshonesto
con sus hijas y con sus hijos;
otros pueblos que en los festines se mezclan
unos con otros sin distinción de parentesco,
y los muchachos los unos con los otros;
aquí se alimentan de carne humana;
allí, para ejercer con ello un acto piadoso,
se mata al padre cuando llega a una edad determinada;
acullá, los padres, antes de que los hijos nazcan,
cuando todavía están en el vientre de su madre,
deciden los que han de ser criados y conservados
y los que han de ser abandonados y muertos;
en otros puntos los maridos viejos
prestan sus esposas a la gente joven para que se sirva de ellas;
y en otras partes, las mujeres, sin incurrir por ello en falta,
pertenecen a varios hombres;
hay países en que las mujeres ostentan,
como otros tantos timbres de su honor,
igual número de franjas en el borde de su vestido
que varones las han ayuntado.
El uso y la costumbre han hecho,
a veces, atribuir a las mujeres funciones
que les son de ordinario extrañas
y las ha hecho empuñar las armas,
conducir ejércitos y dar batallas.
Y todo cuanto la filosofía es incapaz de hacer aprobar
a los hombres más avisados,
¿no lo enseña la costumbre por sí sola a las almas vulgares?


Por texos como éste.

Este escrito pertenece al primer volumen de los Ensayos de Montaigne. Es prosa, pero la separé y el intento fue darle la rítmica con que este lector acompañó esas páginas tan elocuentes en una noche de sueño cartesiano, trasnochado..., desvelado.
Imagen: "Montaigne and Tasso" 1821, Fleury-Francois Richard

3 comentarios:

vodka dijo...

la enunciacion de "la otredad" llama a escarnio (ud. me lleva a hablar así, yo no tengo nada que ver), pero cosas vederes en nuestra cultura no peores que hacer papilla con la carne de la mujer y comersela en sopa. Nuestra propia cultura es cruel. Bah, ya lo dijo Borges, "le tocaron para vivir tiempos crueles, como a todos" (la cita seguro es inexacta).

Goliardo dijo...

En ese ensayo Montaigne habla sobre las costumbres. Eceptico el hombre, relativiza este concepto y lo disulve. Usted sabe que moral significa costumbre y ética caracter. dos conceptos que muchos siglos fueron sinonimos hast Hegel. Montaigne al hablar de "costumbres" está hablando de "morales". más que interesante es la cuestión del juego en los niños (pertenece la cita al mismo ensayo). el juego en los niños es la acción más seria. esto lo acerca mucho más a nuestro tiempo. hay que sumergisre en esa inmensa obra, es un plavcer.

vodka dijo...

no se demasiado de filosofia, digamos casi nada. Pero si se que en psicoanalisis que un chico juegue a algo, es cumplir el deseo. O sea en el momento que jugas a ser rey, sos rey. Coincido, nada mas serio que el juego de los niños. Siempre me humilla con Hegel, jajajjaj. (y yo ni siquiera pele mi lacan)(Ya se que pelar Lacan da lugar a malentendidos y malestares)