"Veinte años de mitos mal curados
dibujando dieguitos y mafaldas,
veinte vidas hubiera yo tardado
dibujando dieguitos y mafaldas,
veinte vidas hubiera yo tardado
en contar los lunares de su espalda.
Le debo una canción y algunos besos
que valen más que el oro del Perú.
sus huesos son sobrinos de mis huesos
sus lágrimas los clavos de mi cruz"
Le debo una canción y algunos besos
que valen más que el oro del Perú.
sus huesos son sobrinos de mis huesos
sus lágrimas los clavos de mi cruz"
Debo confesar mi emoción, pero mi deber no significa rigurosidad, mas, es una mezcla de “deber” y “pasión”, pathos de mi sentir, debiendo ser el devenido enamorado de las causas benditas. Ayer no pude ver en directo el Discurso de Cristina, pero lo primero que hice al llegar, fue ir a la página de presidencia para ver cómo había sido la conferencia en el campo de la AFA. El protocolo fue impecable, se cantó el himno -para que los gorilas no se quejen después de que se cantó la marcha peronista-. Casi como en una partido de la selección, junto al Diego me sentí campeón del mundo. Fue hermoso. Cristina como una Nueva Eloisa, arremetía con su razón dialéctica, tan olvidada, razón ausente por la técnica y la razón instrumental, pero presente. Sin libertad, no hay alienación, (algo así decía Sartre), y esto me lo demuestra Cristina, que siempre, con su impronta rebelde, se puede. Con lo que han hecho de nosotros, nosotros hacemos nuestro destino. Quizá sea demasiado sartreana la frase, pero son los vestigios de una época que lamentablemente ya no está. Pero en algunos lugares todavía se conserva. Cada vez que una palabra, una acción, se sobrepone a una estructura, la epopeya de la conciencia hegeliana, está desdoblándose en una otredad, reconociéndose en un grito de Guerra. Ayer fue un día de rebeldía, de cachetazo a la historia.
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