Hay una concepción histórica que reivindica supuestos atributos que determinan lo femenino. Como aquella metáfora del esclavo, el amo tiene dotes naturales de decisión y mando, mientras que la mujer por causa natural solo tiene sentido su vida para la reproducción y cuidado del Hogar.
Con el ascenso de la burguesía se institucionaliza este concepto y rol de la mujer en el ámbito de la sociedad civil. La Familia como promotor de valores en la sociedad, y en este ámbito, la mujer viene a representar la autoridad. Una señora del hogar, una Ama de Casa, Ama de Llaves, es eso, una esclava en el ámbito de las decisiones publicas.
Esta construcción de la femeneidad como lo sensible, pasional y sentimental, a diferencia de la masculinidad como lo racional, frío etc, bifurca esta re-construcción, y en la diferencia de acepciones, el argumento vuela a tener sentido del viejo concepto de esclavo. La mujer como elemento productivo. Como el esclavo en Hegel.
La senadora María Eugenia Estenssoro desde un feminismo cercano a la misoginia, establece estos conceptos como principios fundamentes definitorios sobre la mujer, y desde la misoginia más absoluta, establece una bajada de línea política chicanera del
“Matriz es una palabra absolutamente femenina, ya que quiere decir útero.
Pero el poder que organiza nuestra sociedad todavía sigue siendo algo muy masculino.
Y muchas mujeres que llegan a la cima en lugar de cambiar ese poder que compite, guerrea, somete, separa, acapara, usurpa, desatiende los afectos, niega las necesidades personales e íntimas en pos de gestas de acumulación económica, social y política, lo imitan.
Me gustaría que las mujeres nos comprometiéramos al llegar a espacios de decisión a promover la paz, la integración y no la competencia permanente (que es una forma solapada de la guerra).
Me gustaría que en la política decidiéramos no dividir para reinar, sino aunar para empoderar a los otros, a la comunidad en su conjunto, con un modelo maternal, nutritivo, basado en la ética del cuidado.”
Según la senadora hay características propias de Poder masculino: guerras, sometimiento, separación, usurpación, acumulación, etc. A este modelo de poder, La senadora propone “
modelo maternal, nutritivo”.
Definir lo femenino como lo nutritivo sigue en la lógica misógina de la antigüedad. Mujeres guerreras como Juana Azurduy, o mujeres guerrilleras, partisanas, solo actúan –desde esta lógica-, como hombres.
Si uno observa el reparto de las comisiones en el congreso de la Nación, comisiones como Economía, Asuntos Constitucionales siempre están a cargo de Hombres. Si bien, Cristina Fernández -y actualmente Graciela Camaño- presidieron esa comisión, el porcentaje a través de la historia es muy bajo. En cambio, comisiones de Ninez, Familia, Salud, siempre están a cargo de mujeres.
Hay un discurso hegemónico sobre lo femenino que ubica a mujeres en posiciones de poder diferenciado de los hombres. Los primeros años del gobierno de Cristina estuvo cubierto por este velo de misoginia. Los primeros dos años de Michelle Bachellet en Chile sucedió algo parecido, y es probable que a Dilma en Brasil le suceda algo parecido.
¿Líder o
Lideresas? esa es la cuestión.